La influencia no estuvo, no está, ni estará en manos de “rostros”.

El marketing de influencia debe hacer una breve pausa en su imparable monologo para una pequeña revisión, introspectiva, express, en cada uno de nosotros para recordar la potencia real de la palabra influencia.
Revisa tu vida y empieza a recordar a esos verdaderos influencers de tus primeros años.

Porque influencer fue JN, ese cabro 2 años mayor que yo, que llegó de Estados Unidos a mi pasaje cuando tenía 12 años y me presto un cassette negro con letras blancas escritas con corrector líquido, tan pirata que parecía una bandera con calavera incluida. Ese cassette tenía el Licensed to ill de los Beastie Boys por un lado y Raising Hell de Run DMC por el otro. Ese cassette, abrió portales en mi vida, definió mi estética, trazó caminos, ese cassete, pasó de mano en mano una y otra vez en Viña del mar y pasaron ¡años! antes de poder acceder a algo legal de los B-Boys en alguna disquería. Eso era influencia. Anónima, reveladora y con ecos que resuenan hasta mi presente

Influencer fue la PB que clandestinamente puso Bajos Instintos, con los dedos más ágiles de Cerro Alegre para apretar el botón del control remoto que dejaba puesta La Dimensión Desconocida al primer ruido intruso, cuando inocentemente nuestros papas nos dejaban viendo tele, mientras ellos carreteaban escuchando GIT y Soda Stereo. Mala influencia dirán algunos, no lo sé, era muy joven. Pero después de esa noche algo cambió en mí para siempre.

¿Habrá mayor influencia que la del humano que hizo que durante toda mi estadía en el colegio nos colgáramos la mochila de un solo hombro? El poder de su influencia nunca fue proporcional a la de su fama. Nadie conocerá jamás su nombre, ni su procedencia, nadie sabrá nunca quién fue ese pionero, ese anónimo rebelde sin causa. ¿Redes Sociales? Cero. ¿Followers? Millones.

Influencia fue la de Demian sobre Sinclair, la de Muddy Waters sobre Richards y Jagger. La de Palpatine sobre Vader. Esos sí eran Influencers!

Pero volvamos al poder de esa influencia anónima, sincera e irresistible. Donde no hay lados oscuros, ni lados luminosos de la fuerza. Sólo hay fuerza.

Porque todos nos enfrentamos alguna vez a ese “dale, si no pasa nada”. Cuando los viejos preguntaban “¿y si tus amigos saltan de un quinto piso, tú también saltarías? OBVIO QUE Sí! Es más, saltamos, sobrevivimos y pagamos. Y lo volvería a hacer.

Esa extraña influencia.

La mejor canción sobre esa influencia superior, no la escribió Charly García, la escribió Bill Callahan, el ex Smog, cuando en “Easily led” canta que él no es fácil de manejar, pero aclara, “soy sugestionable, a veces, es verdad. Pero sólo por ti”.

Esa influencia que puede vivir en cualquiera y que tiene que ver con revelar información secreta, magia, poderes ocultos que otros no tienen. Esa influencia humana y real que dispara negocios, que inicia tendencias, que revienta lugares, que vacía las góndolas y te deja sin mesa en tu bar favorito.
Y mientras finalizo este texto, sólo Dios sabe cuanto me arrepiento ahora de haber llevado por primera vez, publicistas al Starnberg.
Pido perdón a los lectores por eso.